Reseña del libro de crónicas escrito por Luis Miranda.
Si uno escucha la voz de Luis Miranda puede que la reconozca. Al menos, si ha visto programas dominicales como Cuarto Poder. Porque él, aparte de haber escrito para distintos medios escritos, elabora particulares reportajes, desde hace varios años, para ese programa. A pesar de su presencia mediática, Luis ‘Oso’ Miranda mantuvo un perfil bajo que lo volvió un escritor de culto en el ámbito de la no ficción.
En este libro, publicado en el año 2008 (y que tiene este año una re-edición a manos de la editorial Colmillo Blanco), Miranda reunió sus crónicas desperdigadas por aquí y por allá. Escritas con un estilo reconocible, caracterizado por juegos de palabras ingeniosos y una mirada que tiene a lo marginal como núcleo y corazón.
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Miranda brinda un acercamiento a personajes tan disímiles —y a la vez tan parecidos— como el expresidiario Luis Cueva Manchego, convertido en un destacado artista con seudónimo de fruta tropical (en “Jugo de LU.CU.MA”) ; El Salsa, un grafitero que retrata a los muertos en balaceras del Callao; El Vikingo, un excachascanista —que siempre fue “el malo” sobre el cuadrilátero— al filo de la vejez; los travestis que salen en la procesión de la Virgen de la Floral; Percy Rodríguez Marchand, el barrista de la U conocido como ‘Misterio’; los perros que compiten en desfiles de belleza (en “Festival de canes”); un naturista que predica la urinoterapia (en “Mi rubia está buenísima”); el disyóquey cazafantasmas 'Pete The Beat'; además de otros perfilados cuyas vidas, de no ser por el olfato y el talento para retratar —no es casualidad que ahora esté más dedicado a la fotografía— de Miranda, hubieran quedado en el olvido.
En 'El pintor' de Lavoe, cada página es un descubrimiento. Sazonadas con un magnífico uso del lenguaje, nacido de un oído afinado para asimilar la riqueza del habla popular y una mente sagaz para elaborar figuras retóricas, en estas crónicas, escritas en su mayoría recorriendo calle durante los noventa y primeros dos mil, se aprecia esa habilidad del buen narrador de utilizar los cinco sentidos —como si tuviera incorporado un radar siempre alerta— para trasladar los estímulos, las experiencias vividas, a los lectores.
Es arduo el trabajo de reportería: comprender, acercarse sin juzgar, a los involucrados demanda una fina sensibilidad. No cualquiera puede capturar la esencia de LU. CU. MA, el artista de pasado delictivo, preso por haber descuartizado y frito a su hermano —y que dormitó en una hamaca al lado de Miranda con una chaveta afilada en una embarcación que recorría el Amazonas— en busca de la redención y el perdón de su hija a través del arte.
Su prosa va directo a la vena para inyectar energía. Prueba de ello es este fragmento, sacado de su escrito sobre la movida de la música tecno en Comas —que bien podría insertarse en 'Los inocentes' de Oswaldo Reynoso—:
[…] la danza suele cifrar el deseo de fuga de una realidad demasiado mezquina si vives en un cerro y tu padre no tiene el dinero suficiente para mandarte a estudiar. Entonces se te puede ir el tiempo mirándote en el espejo para saber quién mierda eres, un bailarín excelso o un pobre diablo sin futuro.
Su pluma —cargada de una inventiva que se nutre de la realidad y el humor— es una lección maestra: el periodismo puede ser excelente literatura.
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