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Un escritor pasado de letras

Conoce más sobre nuestro inesperado encuentro con el poeta y cronista peruano, Eloy Jáuregui por las calles del Centro Histórico de Lima.


Por: Liz Zevallos

El sol bajaba y seguíamos en marcha. Calles estrechas, casas antiguas de quincha, paredes llenas de humo y polvo. Segura que la dirección era correcta pues todos señalaban que era Jirón Quilca, que ahí se encontraban, y con variedad, mucha variedad. Eran una especie de escondites donde luego se convertirían en laberintos de portadas y páginas. Librerías divididas por maderas en un solo espacio con un orden asombroso de sus productos pues si no había lugar suficiente, cada libro iba encima de otro.


Empezamos por el jirón Quilca cdra 2. Jóvenes rodeaban los puestos de libros, algunos solo observaban y se marchaban, otros tomaban algún ejemplar y cuestionaban el precio, y otros como yo buscaban a alguien a quién entrevistar.



El objetivo era preciso y con suerte ojalá hubiese sido así. Buscaba a quien pudiera reflejar la experiencia de vender libros, alguien mayor que denote algo de conocimiento sin que esto suene como una etiqueta, alguien que pueda manifestar las experiencias vividas entre páginas y cómo era el negocio. No había.


Cuando había pasado al menos tres galerías, aproximadamente entre 6 a 10 tiendas dentro de ellas, volví a la primera con la esperanza y persistencia de encontrar a aquel personaje. Dos librerías en la entrada y una de ellas parecía ser la correcta. Una mujer con chaqueta roja y cabello recogido de una apariencia de 52 años lucía semi-recostada en su silla cerca a los libros que estaban exhibidos en la mesa, conversaba tranquilamente con un señor de cabellos blancos y grises, camisa a cuadros y de facciones muy notorias, eran ellos.


Quién creía que sería el dueño de la librería y su acompañante, resultó ser totalmente al revés. La mujer, de nombre Rosario, era dueña de la tienda, negocio en el que ha ejercido desde hace 20 años y por puro gusto a la lectura, pues cuando postuló a la universidad y al no haber ingresado decidió que podía conseguir un trabajo, y mejor si era en algo en lo que a ella le iba muy bien, leer.


Sin embargo, al parecer las ventas no son muy altas como se espera por ser un lugar de precios cómodos, de hecho, Rosario encuentra muy variado de cantidad de clientes por día, pues a veces solo se pueden vender un libro por día y al otro unos diez. Hasta el momento no ha decidido despedirse de este oficio, pues le ha tomado mucho cariño y cada pequeño tiempo libre lo utiliza para leer algún libro, lo que por año se resumen a 4 libros leídos. Le gustaría que fuesen más pero por sus hijos y familia, no le es posible.


Foto: Jack Ramón

Su compañero y amigo, quien tenía mucho interés en compartir ciertas experiencias y dejaba de rato en rato alguna frase peculiar, lo que hacía que la atención se centrara en él,

al saber que se trataba de una entrevista, extrañado y ciertamente amable dio un comienzo interesante a las preguntas.


Su nombre es Eloy Jáuregui, personaje muy conocido en la literatura peruana, pero que en un inicio parecía irreconocible por la apariencia que lucía ,descuidado, cabellos alborotados, muy casero y relajado.


Para Jáuregui ,un escritor, poeta y periodista, las expectativas de respuestas eran asombrosas, en un principio. En el avance de la entrevista, aquel asombro se iba disipando. “Frecuentemente voy a frecuentar” dice un verso ‘Está mi hermano Pedro, sin pero no sería nada Ponce’, respondió a mi primera pregunta sobre su visita diaria a ese lugar.


Lo que en un momento notaba una especie de risa y el hacer una conversación más graciosa y amigable, se tornaba a disparates y comentarios mal intencionados. En las siguientes preguntas, sobre algún proyecto en el que esté trabajando o algo próximo a publicar respondió en un tono burlesco “ahora soy asaltante de bancos, sí, de verdad y luego pienso casarme con un hombre”.


Hubo un silencio, incómodo y vergonzoso, Rosario reía , Eloy fruncía el ceño y preguntaba si había alguna pregunta más, su mirada era mucho más intimidante y vulgar. No lo pensé más y dejé el lugar, no era él escritor que esperaba.


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